Sábado, 3 de febrero, Cáceres, 18 h pm, Biblioteca Pública. Una gentil dama hablará a los presentes (entre 20 y 25 personas más o menos) en torno al siguiente título: “La caza: Una mirada desde la Ecología y la Protección Animal”.

Al primer tapón, zurrapa. A las primeras de cambio la señora o señorita nos atiza duro: “La caza es una actividad que se sustenta por la apetencia de un limitado colectivo que disfruta matando animales”. Estoy seguro de que no ha leído a Ortega. Yo disfruto capturando a un animal silvestre para luego alimentarme con él. ¿Qué hago, me lo como vivo?

Sigue la dama dándonos para el pelo: “La caza no sólo mata a los animales sino que los maltrata”. No digo que no haya bestias en nuestro colectivo, como en todos, pero le aseguro que yo, y millones como yo, hemos cazado siempre y nunca se nos ha ocurrido maltratar a un animal. Palabra santa.

Seguimos: “La caza es una actividad de ocio, una actividad comercial y una actividad deportiva”. Pues mire usted: ninguna de las tres. Lo que usted dice será otra cosa, pero la caza es una cuestión genética, vocacional y…..demasiado largo para tan corto espacio.

La gentil dama nos muestra, como ejemplos de caza, la dichosa foto del rey Juan Carlos junto al elefante y a un “Moranco” con un leopardo. Podía habernos enseñado alguna de las infinitas obras de arte excelso que ha inspirado la caza; pero eso no, claro, qué caramba.

Con claridad y acierto (más bien desacierto) la dama expone en su amena charla la enjundiosa cuestión de la presencia de los menores en la caza y a mí se me va el pensamiento a aquellas felicísimas jornadas en las que de niño acompañé a mi padre en sus cacerías vespertinas. Nunca fui tan feliz como entonces, ni habrá eternidad suficiente para agradecerle que me llevara con él.

Dice la dama: “La caza no es compatible con la conservación de la biodiversidad”, “la caza aniquila especies protegidas”, “ la caza limita la actividad de los ciudadanos”, etc…..

Por si poco, entre el escaso público, una señora de gesto agrio nos tildó de “terratenientes, prepotentes  y franquistas” (¡el acabose!). Aquejados de un ataque intenso de estupor y ansiedad, mi compañero David (cazador federado) y servidor nos levantamos y abandonamos el local. Con esa gente, qué lástima, el diálogo es tiempo perdido. SCM.