Salvador Calvo

Así los llamaba aquel maestro Luis de Diego. Por aquí, perdigoneros; en otros sitios, otras formas. Si hay alguien raro, en este mundo de la caza, ese es el perdigonero, el cuquillero. Misteriosos fueron los antiguos canteros, los templarios, los secretos masones…¿qué misterio hay en la caza del reclamo?

Servidor, que aún caza al salto, se siente atraído, cada vez más, por la extraña caza de la perdiz con reclamo. Me va atrayendo algo que no alcanzo a entender, eso que enhechiza a los perdigoneros hasta puntos insospechados.

Cuando se da una buena faena de canto y muerte, el perdigonero palpa con la punta de los dedos algo de ese misterioso enigma de la naturaleza, que en algunos libros y culturas se denomina con la palabra Tao. ¿Qué es? Yo no lo sé, pero en un libro dice que es un modo de ser de la naturaleza que, reflejado dentro del hombre, es un estado de ánimo semejante al temperamento de lo natural. Dice también: El Tao es el azul del firmamento, el verde del prado, el fluir del agua, la penetración del viento, la serena transparencia del remanso.

Si pudiera expresarlo, me callaría. El Tao se siente, no se expresa. En la caza del reclamo ha de percibirse algo misterioso que tiene que ver con el Tao. De todo ello se aprende mucho en un libro llamado “I Ching”. La noche, el alba, el frío, las sombras del orto, las veredas, el canto de amor y muerte, la naturaleza viva…notas del Tao. Los perdigoneros lo viven.